jueves, 9 de octubre de 2008

Sacudirse el pasado

Es una fantasía que muchos de nosotros compartimos: quién pudiera empezar desde cero, resetearse el cerebro y la memoria, borrar todo el pasado. Volver a hacerlo todo sin equivocaciones, seguir esta vez el camino correcto, no dar vueltas y vueltas en torno a lo mismo siempre, llegar a alguna parte. Vivir por fin la vida. Poder disfrutar de ella.

Alguien dijo una vez: "Si lo que buscas es un resultado distinto, no hagas siempre lo mismo". No hay más secreto que ése. Cambia de costumbres. Reinvéntate. Haz una lista con las cosas que vas a hacer y hazlas. Olvídate de todo lo anterior. Déjate al suplente en el espejo -como dice la canción- y quítate el bozal y las orejeras, y observa todo el camino que tienes alrededor. O mejor: todo el paisaje que rodea el camino que tú creías que era el único que podías seguir. Coge campo a través, párate a mirar lo que hay por delante, busca atajos, abre nuevas veredas. Olvídate de todo lo que dabas por seguro. Porque el futuro no tiene por qué ser (o sólo lo será si eso es lo que tú quieres) una repetición infinita del pasado. Lo que ha quedado atrás es algo que está andado, algo que ya conoces, pero hay mucho más, mucho que no conoces, muchos años por vivir y mucha gente nueva a la que conocer. Acuérdate de aquello que una vez te contaron: aquel monte que tiene dos caras diferentes, y en una pega siempre un sol insoportable, mientras que la otra es verde y crece hierba y hace incluso fresco. Acuérdate de eso, porque así es un poco todo: porque ahora mismo estás en lo alto de ese monte y porque das por supuesto que la bajada será como la subida. Sol, calor tropical, piedras, arena, bochorno, aburrimiento. Verás que sorpresa te vas a llevar cuando descubras lo que hay al otro lado.

Un árbol en la cabeza

Me han contado que hubo un hombre, una vez, al que le creció un árbol en la cabeza. Al principio era sólo musgo, luego fueron saliéndole del pelo como unas ramas, y después una especie de arbusto, hasta que el tallo fue tomando forma y el árbol fue haciéndose más fuerte. A medida que ese árbol crecía, el hombre se iba enterrando poco a poco en el suelo, hasta desaparecer por completo bajo el suelo. El árbol llegó a ser alto como el más alto de los abetos, fuerte, frondoso. Un árbol que llamaba la atención desde lejos.

Muchos años después, escarbando el terreno para construir un parque natural en torno a aquel árbol centenario y famosísimo, alguien encontró -justo al pie de las raíces, a cuatro cinco metros bajo tierra- unos restos humanos. El cráneo parecía parte de las raíces, de tan imbricado que estaba con ellas. Pero eran restos humanos, y las autoridades mandado retirarlas para darles mejor sepultura. Así que se llevaron los huesos de allí.

En pocos días, dicen, el árbol se secó. El tronco, poco a poco, se fue pudriendo y tuvieron que acabar por talarlo.

miércoles, 8 de octubre de 2008

El oso

"A veces te comes al oso y otras veces el oso te come a ti"


sábado, 4 de octubre de 2008

Por qué

Yo no sé explicarte por qué nos hacemos esto. Por qué escogemos, si es que lo escogemos (porque quizá sea él quien nos escoge a nosotros), el camino difícil, el que nos termina apartando de los otros: el camino del dolor, del sufrimiento, de las autolesiones, los intentos de suicidio. El camino imposible de la negatividad, que tánto daño nos hace, y que nos termina apartando también de los que más queremos (gente que nos quiere también y que, como tú misma, sufre y sufre, y no comprende, y llega a un punto en que no puede más y se termina apartando, por puro instinto de supervivencia). Hay quien habla de una base biológica, de un sistema de respuesta emocional hipersensitivo que nos impide regular las emociones. Y está, por supuesto, la base ambiental (invalidante, la llaman los expertos), la educación o la infancia traumática que nos termina programando la vida. Porque es a eso a lo que se parece, a un programa que alguien te ha metido en el cerebro y del que no consigues salir ni aunque lo intentes. Un programa muy simple, con un solo comando: autodestrúyete. De mil y una formas, desde ver las cosas siempre desde su lado más feo y destructivo hasta cortarte directamente las venas, desde ponértelo imposible tú hasta ponérselo imposible a todos los que te intentan ayudar de verdad, aunque sepas que el precio es quedarte solo, dejado a tus recursos (que son pocos y torpes). No sé por qué lo hacemos. Si lo supiera, dejaría de hacerlo. Si supiera cómo. Me cambiaría de carril ahora mismo y miraría a los que hacemos esto como nos miráis los que estáis al margen: con incomprensión, con desesperación. No entendería por qué se hacen eso, porque se empeñan en sufrir y en coger siempre la opción imposible, cuando la vida es algo mucho más simple. Pero es que nuestra vida (nuestra visión del mundo) quizá sea sólo esto, y no seamos capaces de ver más allá.

Me gustaría poder explicártelo. Y que lo entendieras. Y que me entendieras. Pero es que no hay explicación para esto: es algo que está dentro, que se siente, que se vive. Y qué suerte la de aquellos que no tienen que vivirlo.