sábado, 2 de agosto de 2008

La química funciona

Las pastillas funcionan. Te estabilizan, te hacen sentirte físicamente bien, o, por lo menos, normal, y no como una máquina a veces desengrasada y a veces pasada de revoluciones. El cuerpo empieza a funcionar por libre, a ir cogiéndose el ritmo a sí mismo, a ponerse en marcha lentamente, pero con resultados bastante visibles. La cabeza es otra cosa. La cabeza se siente ajena al cuerpo. Se ha quedado anclada en los viejos problemas, en las limitaciones que impone este trastorno: la cabeza sabe que las cosas no van bien. A pesar de que el cuerpo le diga lo contrario. A pesar de que la química consiga darle a todo esta sensación de normalidad (que no es en el fondo más que irrealidad: una cortina o un cuadro bonito que tapa las grietas profundas de la pared). Y la solución, o así lo intuye uno, es justo la contraria: de dentro afuera, siempre. Primero, la cabeza. Y para la cabeza no sirve la química.

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