sábado, 2 de agosto de 2008

Muy pronto, demasiado tarde


Hay una frase de Marguerite Durás que dice que en su vida "muy pronto, ya fue demasiado tarde para todo". Así me siento yo, cuando echo la vista atrás y trato de distinguir en qué momento preciso de mi vida se fue truncando todo, en qué instante las promesas comenzaron a ser más bien fracasos y desilusiones. La red, en realidad, empezó a fallar desde siempre, y recuerdo caídas al vacío casi desde que tengo conciencia de las cosas. A los cinco años, a los diez, a los dieciocho, a los veinticinco... no hubo nunca un momento en que el problema interno pasara a segundo plano, y uno pudiera centrarse en la vida, en los problemas normales de la vida, en ese día a día contra el que todo el mundo se mide y se crece. No. Ahí estuvo siempre el monstruo, exigiéndolo todo, devorándolo todo, tomando siempre las riendas de lo que hacía o lo que decía yo. Muy pronto, sí, casi desde el principio, fue demasiado tarde para que esto fuera después otra cosa. Ya desde la misma línea de salida se veía lo que había y se veía también no sólo que yo no era un caballo ganador, sino que tendría suerte en realidad si es que conseguía terminar la carrera.

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