domingo, 6 de julio de 2008

Búscate la vida


Mi mamá me ama. Mi mamá me mima. Amo a mi mamá.

Ya a los cinco años (si no antes), todo eso que te enseñan en preescolar me parecía un montón de mierda. En casa, mi madre había hecho dos bandos: el suyo propio y el de mi padre, al que culpaba de todo en esta vida (aunque era incapaz de separarse y arreglar su situación). Y mi madre ya había decidido que yo (contestón, problemático, inquieto) no era de los suyos. Prefería a mis hermanos, mucho más sumisos y fáciles de manejar. Yo "había salido" a mi padre.
La lista de quejas es larga y no merece mucho la pena recordarla: pero me imagino que estaremos todos más o menos de acuerdo en que quitarme los regalos que me hacía mi padre para volver a dárselos a mi hermano, o estar días sin hablarme (yo tenía unos siete años), o venir (esto fue en un cumpleaños, más o menos por esa misma edad) a decirme que "todos los padres se estaban riendo de lo repelente que yo era" porque les estaba contando a los otros niños algo que había leído en un libro (los nombres de las estrellas y de las constelaciones) no es la mejor manera de educar a un niño, ni de insuflarle autoconfianza.

Esta falta de autoconfianza (por lo demás, injustificada: no soy mejor ni peor que la media, pero sí que tiendo a sobresalir en cosas...) ha conformado mi vida desde entonces. Mis amigos del colegio no eran los que más me atraían ni yo admiraba, sino el pelotón de los inadaptados (por miedo al rechazo, para evitar lo que ya vivía en casa). No puedo recordar una sola vez en que ligara con una chica y estuviera sobrio. No puedo presentarme a entrevistas de trabajo. No me siento digno de ocupar un trabajo normal, siquiera. Me siento íntimamente inferior a los demás, eternamente rechazado, abandonado, no querido ni aceptado por nadie... y todo viene de ahí, de esa herida que parece que no se va a cerrar nunca.

Y ahora, "búscate la vida".
Y espabila, que el tiempo se te acaba.

1 comentario:

Irene dijo...

Qué daño te hizo tu madre, ánimo!