lunes, 21 de julio de 2008

Mi forma de dormir



Ha cambiado mi forma de dormir. Me refiero a mi postura en la cama. Me he dado cuenta hoy: antes dormía bocarriba y ahora duermo replegado, acurrucado, en posición fetal, como un niño en el útero confortable de la madre. Es muy indicativo de cómo me siento ahora. Me siento herido: por eso me protejo con mis propios brazos y me encojo en mí mismo, como un armadillo. Hace sólo un par de meses me iba a comer el mundo y, ahora, (cuesta creerlo: sólo han pasado unos meses) todo se ha ido a la mierda y es el mundo el que me ha zampado a mí de un bocado. Lo he perdido todo: la persona que quería y que la vida había puesto ahí para mí; un buen trabajo, sobre el que podría haber construido un futuro; el apoyo y la confianza de mi familia. O mejor dicho: lo he tirado yo todo a la basura, y en cuestión de días, o de horas. Y ni siquiera sé todavía por qué (es decir, lo intuyo, sé por dónde van las cosas, pero no sé si no volvería a hacerlo igual si tuviera otro ataque, o si perdiera otra vez el control).

Estos días me paso en la cama muchas horas, aunque nunca me gustó estar en la cama sin dormir. Encogido, replegado. Imaginando cosas (aunque intentando no pensar en nada que tenga que ver con lo que me pasa), qué doy un paseo de aquí a no sé dónde, o imaginando un paisaje, o lo que sea. No tengo prisa ninguna por levantarme. Con un poco de suerte, me vuelvo a dormir (unas horas menos que quitarle a ese día). Estos días me sobran. Así que lo mejor es recogerse y hacer lo menos posible. Solamente esperar. E intentar no sufrir demasiado.

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