Como cuando suena el despertador y te levantas de la cama de un salto, y vas al cuarto de baño a lavarte la cara y despejarte, y te preparas un par de tostadas y un buen bol de café con leche, y te sientas tranquilo en la cocina a pensar en las mil y una cosas que vas a hacer durante ese día, y hasta sales a la calle... hasta que por fin te das cuenta de que sigues en la cama, dormido, y que el despertador vuelve a sonar, y te da una pereza horrorosa levantarte.

¿Cómo explicarle -una y otra vez- que no tengo días buenos ni días malos (o no más ni menos que el resto de la gente), que soy una persona que reacciona a las cosas, y no un ser caprichoso y voluble al que el carácter le cambia por las buenas? Pues de la única forma que sé ya: evitando su presencia y dándole la razón.
Me iré a la cama pronto, y que sea mañana cuanto antes.
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