miércoles, 18 de junio de 2008

Otto Kernberg habla del TLP

Otto Kernberg, director del Instituto de Trastornos de Personalidad del Hospital de Nueva York, y uno de los científicos que más han aportado en identificar y tratar este cuadro.

"Los TLP son personas que han vivido presas por sus emociones, que no pueden controlar la angustia, que se autoagreden con cortes o intentos de suicidio y que viven sus relaciones entre el amor y el odio. Siempre parecen estar en los extremos y no logran estabilizarse. Padecen un trastorno de personalidad llamado "limítrofe" o "borderline", cada vez más diagnosticado en todo el mundo.

Corresponden a un tercio de todos los trastornos de personalidad. Lo sufre cerca del 15% de todos los pacientes que llegan a nuestras policlínicas, y un 2% de la población general".

Kernberg habla de dos descubrimientos que están dando esperanzas a las personas que sufren este trastorno.

Uno de ellos revela de qué manera el cerebro de los "borderline" funciona de un modo diferente al del común de las personas. "Ellos tienen una hiperactividad en la amígdala, que es la parte del cerebro que procesa los sentimientos negativos, como la rabia o la angustia". De ahí que estas personas procesen como negativas situaciones que no lo son o que sobrerreaccionen ante las que lo son. También, agrega Kernberg, presentan una inhibición primaria de la corteza prefrontal, que es la que controla y contextualiza las emociones.

Sin embargo -añade-, una determinada estructura cerebral no es por sí sola la explicación de este problema. Tiene que haber experiencias negativas en la más temprana infancia que gatillen este trastorno, para el cual habría, por cierto, una predisposición genética. Maltrato, abuso o negligencia de los padres pueden desencadenar esta estructura de personalidad.

Otto Kernberg ha demostrado en recientes investigaciones que es posible llegar a modificar estos rasgos de personalidad en forma más permanente. Lo hizo a través de la "psicoterapia basada en la transferencia" (TFP), que él ha desarrollado con base en la teoría psicoanalítica. Se trata de analizar al detalle, momento a momento, la relación que se da entre el terapeuta y el paciente, para que así este último vaya tomando conciencia de las distorsiones que se dan y cómo esto se relaciona con lo que él vive diariamente.

"Este tipo de terapia mejora la capacidad de comprender los estados mentales propios y de los demás. Es decir, mejora la capacidad de empatía y ayuda a adquirir conciencia de las propias motivaciones. Creemos que esta función reflexiva es la que puede tener importancia para lograr modificar la personalidad en el largo plazo", dice Kernberg.

Agrega que otras investigaciones que han seguido a pacientes durante 20 años o más han mostrado que "si bien ellos ya no presentan síntomas angustiosos ni depresivos, y parecen haberse tranquilizado, siguen estando aislados. No se casan y no progresan en sus trabajos, pese a ser inteligentes. Llevan una vida mediocre, sin chispa, y dan la impresión de una personalidad que no se ha desarrollado. Por eso, creemos que hay buenas razones para seguir buscando tratamientos que no sólo mejoren los síntomas".

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